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¡Que se narre la guerra a color!


A blanco y negro. Estamos en pleno siglo XXI y el conflicto armado colombiano se sigue narrando de manera bicromática a pesar de que los televisores de consola hayan salido del mercado. La gama de colores que ha teñido la historia nacional por más de medio siglo se mantiene en las tinieblas de la desinformación y no precisamente por accidente, pues en las hostilidades no es partícipe únicamente quien empuña un arma, sino también quien tiene el poder simbólico de colorear las imágenes de la guerra a través del lenguaje.

Lo que Colombia conoce de su pasado, presente y futuro, lo percibe -en su mayoría- a través de los medios. Estos generalmente difunden y promueven un discurso descontextualizado cargado de repeticiones, silencios, apodos, imaginarios, adjetivos y distorsiones que terminan constituyéndose como las representaciones sociales y significaciones colectivas que definen la comprensión que tiene el país de sí mismo, de su memoria –o desmemoria- y de su proyección.

Ya es hora de que los medios, como móviles de transformación, significación, construcción y consciencia social, se empoderen y reivindiquen su labor a través de la pedagogía y la edificación de una verdad completa y ecuánime en la que el pluralismo, la calidad informativa, la contextualización y la precisión construyan una narración incluyente y colorida que represente verdaderamente la identidad y la memoria histórica colombiana.

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