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El espectacular segundo de autodestrucción


¡Bienvenidos todos a la era del Antropoceno! Aquí no hay Pepe Grillos verdes y conscientes, sino seres humanos pretenciosos y egoístas. Con ustedes, y por primera vez en la historia del planeta, se presenta en tarima una especie capaz de originar una nueva época geológica a partir de la toxicidad de su huella de carbono.

En este show es inútil prohibir el uso de dispositivos móviles, amortiguadores de la humanidad por excelencia. A través de la pantalla de estas cápsulas aislantes y autistas, los hombres se conciben a sí mismos como espectadores y salvavidas endiosados, en vez de protagonistas de este efímero y ridículo espectáculo de autodestrucción.

Este organismo, cuyas producciones y actividades son tan narcisistas y dañinas, se cree ingenuamente el supremo dueño y máximo propietario de la Tierra, como si tuviera el poder de destruirla y la supuesta e inocente responsabilidad de ‘salvarla’. ¡Bájenle al ego, compatriotas terrícolas! Si los 4.600 millones de años de la existencia del mundo se tradujeran a un día, los seres humanos llevarían viviendo aquí apenas un segundo. Y, sin embargo, en lo que dura un chasqueo en el tiempo del universo, han confeccionado un mundo invalidado para habitar.

La pérdida de biodiversidad crece a pasos agigantados, las costas registran más partículas de plástico que de arena, el Amazonas –pulmón terrestre de vida y oxígeno- ha sido deforestado en un área equivalente a dos veces la superficie de Alemania, el océano está envenenado y esperan que los alimente.

El ritmo de vida humano es tan saturado y poco sostenible que las ciudades compiten diariamente por tener los mismos niveles de contaminación que Pekín, 452 microgramos por metro cúbico, cuando la escala máxima, según la Organización Mundial de la Salud, es de 25. Solo desde 1950, la población en las urbes se ha multiplicado por siete, la cantidad de fertilizantes y químicos tóxicos es ocho veces mayor, el uso de energía no renovable se ha quintuplicado y la pérdida de especies animales se ha vuelto cien veces más rápida.

Los humanos, ‘nobles fundadores’ de la era del Antropoceno, piensan que son indispensables en este hogar que les fue entregado míticamente, destruyendo su propia casa como si tuvieran otro planeta para migrar cuando este no les sirva. ¡Viven amañados en este orgulloso error! Sin comprender que la Madre Naturaleza no está lastimada ni necesita salvadores compasivos y misericordiosos. Ella no les pertenece. Por el contrario, quienes dependen de un entorno con condiciones habitables es esta insensata y espectacular especie, que no hace más que estropearlas.

Es suficiente con atender las noticias de los eventos climáticos y sismológicos de las últimas semanas, que más que ‘desastres’, son simples respuestas de la naturaleza en esta conversación iniciada por la prepotencia humana. La Tierra se está hartando y, cual perro que se sacude las pulgas, está desterrando a los humanos en un sentido literal. El show está llegando a su final, porque el planeta es adaptable, adquiere nuevas formas y ha superado peores plagas que la humana. Al fin y al cabo, lleva 23 horas y 59 minutos evolucionando mejor sin ellos.

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